Cómo no vamos a sufrir, a pasarlo mal, a llorar cuando una relación se termina. Sea larga o corta, los finales siempre son duros.
Y normal, desde bien pequeñitos nos engañan hablando de un príncipe azul, de una bella durmiente que se despierta con un beso, del "y fueron felices y comieron perdices". Nos engañan la cabeza y el corazón. Nos hacen creer que el amor, la vida, es tan fácil como mudarnos a un barrio rico de Los Angeles, llamado Beverly Hills, donde el instituto está lleno de chicos y chicas guapos, ricos y dispuestos a tener relaciones de pareja con casi cualquiera. Y al final, siempre sale bien, todo sale bien.
Tampoco hace falta que nos vayamos tan lejos, podemos esperar al salir de clase, a ligar con ese chico tan guapo y encantador de dos cursos más, que por supuesto se pirra por tus huesos.
Y todo esto, ya de mayores, creciditos y con pocas mariposas revoloteandonos por la cabeza, porque ¿qué me decís de toooodas las películas infantiles-juveniles-adolescentes?. Venden el amor como algo sencillo, fácil y duradero. Y en condiciones normales... ninguna de las tres opciones es la correcta.
1º: Sencillo: JA! Tardas en encontrar a una persona especial con la que compartir TIEMPO de TU vida. En el colegio, trabajando, el amigo de la amiga de la vecina de tu prima, ...
2º: Fácil: JA! Si tu estás pillada por él, él no lo está de tí. Si no te interesas por ella, ella lo hace. Si buscas el amor nunca lo encuentras. Y si no lo quieres ver ni en pintura, no cesa de llamar a tu puerta.
3º: Duradero. JA,JA! Cuando por fin, terminas por encontrar ese amor que te hace arriesgar y luchar, hay que cuidarlo, mimarlo... como una planta que si no riegas, no crece. Te pasas minutos, horas, días, dedicada en cuerpo y alma a esa relación, que en un alto nivel de porcentaje nunca termina comiendo perdices. Y que con suerte, teminará de buena forma y con buen trato.
Y te encuentras en la misma situación que al principio, solo que con más años, más experiencia, menos ganas de apostar y arriesgar, y sobretodo menos fuerza para sacar adelante algo, que tarde temprano termina por acabar.
Yo ya no creo en el amor eterno, ni en encontrar a mi principe azul en un caballo blanco. Y tal vez, eso no sea tan malo, al fin y al cabo, los cuentos son eso, cuentos. Yo he tardado 23 años en darme cuenta, pero deberiamos no promover esas historias de amor fácil, de amor rapido y de amor eterno. Seamos realistas. Los guapos se casan con las guapas.
Y yo, ahora, tampoco creo en el matrimonio. Y menos en "hasta que la muerte os separe".